2/12/10

problematica del espacio publico en Bs As


Espacios verdes y tierras públicas “vacantes”
Hacia un sistema metropolitano de grandes parques

La Ciudad de Buenos Aires cuenta con unas 600 hectáreas de espacios verdes parquizados. Así cada porteño, al menos en los papeles, dispone de casi 2 m2 de los mismos para su solaz, cifra que significa una disminución del 75% con respecto a principios del siglo XX. De 7 m2 de espacios verdes públicos parquizados por habitante en 1904, llegamos a fin de siglo con 1,9 m2 por habitante.
Por fuera de este registro, el surgimiento de la Reserva Ecológica Costanera Sur aportó un nuevo tipo de espacio verde de origen antrópico naturalizado, que agrega poco más de 1 m2 por habitante al dato ya consignado.
Por otra parte, la especulación salvaje en el loteo del Gran Buenos Aires, dio por resultado la práctica inexistencia de plazas en su territorio, salvo las centrales en las localidades más antiguas. Pero incluso se ha construido sobre ellas, como es el caso de los municipios de San Martín y de San Isidro. Tal es así, que el conurbano, con más de 9 millones de habitantes, sólo dispone de unas 800 hectáreas de espacios verdes parquizados, correspondiéndole a cada uno de aquellos la irrisoria cantidad de 0,90 m2.
Pero esto es aún más grave de lo que parece, pues en esta cifra están incluidos los grandes parques de la zona sur como son el Pereyra Iraola y los bosques de Ezeiza, ambos en proceso de extinción. Sin ellos, cada partido promedia los 0,50 m2 de espacio verde por habitante.
Las consecuencias observables en forma inmediata de estos datos son, por un lado, el sobreuso y la degradación permanente de las áreas verdes existentes, y por otro, que un porcentaje importante de población no tenga acceso, por obvias razones de distancia y costos, al uso de espacios verdes públicos de recreación.
Esto sucede en nuestras ciudades, mientras internacionalmente se toma como mínimo adecuado a los grandes centros urbanos, entre 10 y 15 m2/habitante.
En ambos casos, Ciudad y Gran Buenos Aires, se cuenta todavía con reservas de áreas naturales o naturalizadas de origen antrópico. En particular, la Reserva Ecológica Costanera Sur constituye hoy el ecosistema de mayor biodiversidad dentro de la Ciudad.
El Gran Buenos Aires cuenta con una gran variedad de reservas naturales. Por nombrar solo algunas: Parque y Reserva Natural Guillermo Enrique Hudson, La Saladita en Avellaneda, la de Punta Lara (último bastión costero importante, corre peligro inminente de convertirse en la cabecera argentina del puente Buenos Aires-Colonia), Ribera Norte en el límite entre Vicente López y San Isidro, Otamendi, etc.



EL ESPACIO PUBLICO
 LA CIUDAD COMO TOTALIDAD COLECTIVA
"Con el surgimiento de la industria, los campos se han despoblado mientras se operaba un gigantesco desarrollo de las ciudades.
Como la concentración ha tenido lugar en el centro de las ciudades, han sido erigidos, sobre la planta baja de las casas de la época del caballo y la carreta de bueyes, siete u ocho pisos, llenándose los jardines de edificaciones igualmente elevadas. Las ciudades, donde ha aparecido el automóvil, se han convertido en desiertos de piedras y asfalto. En medio del ruido y del fastidio, las condiciones naturales quedan abolidas, olvidadas." 
En los últimos tiempos se ha inquirido con frecuencia acerca del carácter actual de los espacios públicos, su significación, su estado de degradación, situación de la que no podríamos hablar sin considerar a la ciudad misma en toda su dimensión puesto que el espacio público es inherente a la concepción misma de la ciudad.
De hecho, el ambiente, el clima urbano que se vive en una ciudad es aquel que se percibe desde sus espacios públicos, y éstos, son en parte consecuencia (contracara, fondo, remanente) del escenario urbano construido que los define y contiene; de su totalidad.
La ciudad como hecho colectivo es el lugar por excelencia de intercambio y encuentro de sus ciudadanos y visitantes particularmente en sus espacios públicos, los cuales comenzaron a materializarse y modificarse desde el comienzo en los procesos de socialización del hombre y la especialización progresiva del trabajo a lo largo de la historia.

          ESPECIALIZACIÓN DE USOS Y ESPACIOS

En las aldeas primitivas, la vía pública, que enlazaba chozas, una incipiente ágora y lotes de cultivo, no tenía una función muy definida oficiando también de lugar de juego y reuniones sociales.

La especialización y las demandas de uso posteriores generaron la diferenciación de los espacios, tales como aquellos vinculados a la aparición del cultivo de cereales, el arado, el telar, la acumulación de excedentes y la necesidad de intercambiarlos, dando lugar a la manifestación física de tales necesidades de uso registradas. Se agregaron entonces, al espacio rústico de la aldea primitiva: el palacio que en principio hacía las veces de cuartel, administración y tribunal, el templo oficiando en principio como lugar para culto y mercado, con las particularidades propias según las culturas de que se tratara.

"Con posterioridad las funciones de intercambio son ubicadas fuera de los recintos sagrados, en lugares abiertos provistos de puestos provisionales durante los días de feria o en recintos cerrados al costado de ciertas calles. Los lugares abiertos y comunes, como calles y plazas, dejan de ser meros espacios residuales entre viviendas y adquieren formas y usos más definidos alrededor de las cuales se alinean las construcciones cerradas.
La calle, como conector de las distintas partes de la ciudad, juega un papel clave en su diferenciación.

El uso intensivo a que estos espacios abiertos y públicos (comunes) fueron demandados motivó diversos tipos de solución: desde la segregación espacial de actividades que resultaban incompatibles con otras, a través de la construcción de mercados, por ejemplo, para un uso especializado, hasta la segregación temporal de las demandas conflictivas promoviendo usos alternados de los espacios, tal como la alternancia del uso diurno de las calles para peatones y nocturno vehicular en la Roma de Julio César, o la organización de ferias semanales en la Edad Media, situación que se tornó más frecuente cada vez a partir del período de industrialización de las ciudades con producción fabril en gran escala, avances tecnológicos en la producción y el transporte, concentración urbana de la población, especialización del trabajo.

          TUGURIZACIÓN DE CENTROS URBANO

Las sociedades feudales se diluyen bajo la presión del capitalismo mercantil y las ciudades requirieron espacios para usos especializados tanto al nivel de producción, de infraestructura como de esparcimiento. Surgieron baños, transporte colectivo, calles, parques, que sin embargo no dieron abasto frente a la demanda del explosivo crecimiento demográfico y migratorio, ni a la necesidad de espacios especializados y de tiempos para su uso. Así, el espacio físico y el tiempo en la ciudad se convirtieron en dinero.
El espacio urbano resultó insuficiente en función de la demanda, se alteraron los códigos vigentes en las ciudades medievales vinculados a la construcción, se desarrolló un proceso inmobiliario de especulación que elevó el costo de la tierra, aumentaron las alturas de edificación, las viejas casas se subdividieron en un proceso interminable de tugurización, las áreas abiertas comenzaron a desaparecer y los centros urbanos se convirtieron en ambientes degradados, contaminados y caóticos, con usos superpuestos ante la imposibilidad de ordenarse debido a la escasez de espacios.

          LAS PROPUESTAS DE ORDENAMIENTO URBANO

Frente a esta situación generada en las ciudades durante más de cien años producto de la industrialización, surgieron propuestas tendientes a revertir el caos del ambiente urbano.
Una de ellas, se orientó a generar ciudades jardín, satélites de las grandes urbes que garantizaran el descongestionamiento de los centros como instancias combinadas entre el campo y la ciudad.  

Otra, se dirigía a zonificar el uso en las ciudades según funciones básicas: trabajar, habitar, recrearse y circular, con espacios nítidamente diferenciados para cada una de las funciones: áreas de habitar, áreas de trabajar, de recrearse, enlazados mediante amplios espacios verdes que pretendían introducir el campo en la ciudad, transitables para el peatón, con la aparición de vías elevadas para el paso del automóvil.

A la confusión y el problema de la ciudad industrial se oponía el orden como solución proponiendo segregar: para cada actividad del hombre un espacio determinado y especializado, modalidad que se difundió durante varias décadas.

Sin embargo, las soluciones discriminatorias de este tipo, que miraron la ciudad desde su aspecto funcional, con resultantes ordenadas pero aburridas (igualmente contaminadas) y carentes de vida urbana, no lograron dar respuesta a las necesidades de sus ciudadanos y entraron en colisión con la vida real del hombre quien transcurre en permanente combinación de actividades no segregadas. Por otra parte, tampoco lograron su cometido de descentralización, las ciudades crecieron hacia los suburbios provocando el empobrecimiento de la vida ciudadana y el proceso urbano continuó en aceleración.
En definitiva, las ciudades hoy han ido perdiendo entidad a medida que procesos inmobiliarios, económicos, político administrativos, productivos accionaron sobre su forma y tipo de crecimiento a punto tal que la regulación urbanística también ha centrado su atención en la relación entre la ocupación privada del territorio y el resto o espacio sobrante.

          CARÁCTER DE LOS ESPACIOS PÚBLICOS

Curiosamente, los espacios públicos, por lo general los abiertos, que resultan como decíamos del remanente-sobrante que deja de lado el crecimiento de las estructuras urbanas (su contraforma), pueden convertirse en el instrumento para el ordenamiento de las ciudades a través de su reconstrucción y recualificación.

Esta conceptualización tiende a la idea de que el espacio abierto, concebido como un sistema, permite jerarquizar el territorio y diseñar su crecimiento.
En el territorio cultural, este sistema se compone de una variada gama de espacios de diversa definición: usos tamaños, proporciones, tratamientos, características naturales y grados de culturización, etc. constituyendo los que conforman los recursos espaciales y de uso disponibles para la vida social: plazas, calles, parques, etc.

"De la lectura de los mapas de ciudades que se han ocupado de sus espacios públicos -Barcelona, Washington, Mendoza en Argentina- se puede verificar que son éstos los elementos que tienen la capacidad para recomponer una lectura unitaria de la ciudad y de dotar de contenido urbano a las zonas más desestructuradas."  

Enlazando la capacidad instrumental que estos espacios pueden tener como sistema para el ordenamiento de la lectura unitaria de la ciudad, con los conceptos del comienzo del texto que plantean que la captación - percepción espacial de la ciudad es posible a través de sus espacios públicos y que éstos, son en parte consecuencia del escenario urbano construido que lo define y contiene, podemos fortalecer la idea de ciudad como totalidad con que comprendemos el hecho urbano, donde el espacio público es inherente a la concepción misma de la ciudad, y es a su vez como sistema el que permite la percepción de la ciudad y la herramienta capaz de ordenarla.
Si bien el hombre construye espacios privados para vivir en su interior, la vida humana no se desarrolla exclusivamente en los interiores de los edificios. El hombre construye objetos dentro de los cuales transcurren sus actividades. Son cajas que pueden llamarse casas, edificios para oficinas, fábricas, escuelas, clubes, hospitales. Sus interiores responden a las necesidades planteadas según su función: habitaciones, laboratorios, aulas, volúmenes de espacio. Esto no se percibe desde el exterior. Desde el exterior observamos el objeto, sus caras externas. La suma de objetos de este tipo en forma más o menos continua, genera espacios exteriores como contraformas.

En los núcleos urbanos éstos son los espacios públicos abiertos, calles, plazas y parques.
Tanto el interior de las cajas, como el exterior, están vinculados a los espacios, pero son los espacios construidos los que en su articulación generan los espacios abiertos, los definen y contienen.
Los diferentes modos a que recurre esta articulación producen calidades espaciales diferentes en términos de paisaje, impacto visual y actividades: desde calles definidas como largos corredores, secuencia de edificios uno al lado del otro, por lo general muy altos que sólo pueden dar respuesta a las necesidades del flujo vehicular o un mero desplazamiento peatonal, hasta la propuesta más atractiva de generar remansos mediante una organización de edificios variada, contrastes entre llenos y vacíos, espacios de transición, etc., donde el estar y el encuentro constituyan una alternativa posible.
Por cierto, también existen espacios interiores que, tanto como los exteriores, proponen ámbitos con características físicas aptas para convocar, realizar espectáculos, incluso manifestar, pero sólo los espacios públicos exteriores garantizan este encuentro colectivo, con carácter libre y gratuito, para la gente, espontáneo, desordenado y simultáneo.